lunes, 20 de febrero de 2017

El vídeo


LA MADRE

Cada mañana visitaba a su madre, yo la veía bajar del coche desde el jardín de la residencia, a veces con su coleta deshecha y desmadejada, a veces con el pelo suelto y la raya en medio, mojado aún.
Bajaba del coche negro, siempre despierta, desayunada y dispuesta para la vida, para la sonrisa. 
Me gustaba verla y fue entonces cuando empezé a bajar al jardín cada día a la misma hora para esperarla. 
Aquella mañana llegó con un globo, ella siempre traía algo a su madre, algo de lo que hablar, algo que observar, algo que la sorprendiera en su cama, algo que no esperaba o que tal vez ni hubiese imaginado posible. 
Saludaba a todo el mundo, aunque nosotros, nunca cruzamos una palabra, ella nunca se fijó en mí. Caminaba en una línea perfectamente recta y dedicaba tiempo a todo lo que se cruzaba en su camino. Yo nunca me crucé en su trazado. Tan solo quería mirarla.

Tocó la puerta con energía, como queriendo despertar a su madre para ir al campo a trabajar, a recoger las espigas para luego hacer el pan antes de que el sol estuviese demasiado alto. 

-Mamá...mamá?

-Pasa, hoy tampoco quiso desayunar. Cuando tú vienes se hace la dormida para que no insistamos. Sabe que la llevarás a la cafetería, a tomar pastel de mango.- Dijo la enfermera.

La hija cruzó el cerco de la puerta, dejó las flores, su pequeño bolso y ató el globo a los pies de la cama de su madre. No quería hacer ruido y despertarla. 

-Estoy despierta querida.- Dijo la madre. Cuando tú vienes me hago la dormida para que no insistan en darme el desayuno. Sé que me llevarás a la cafetería a tomar pastel de mango. ¿Vamos? ¿Qué eso?

-Es un globo mamá, un globo plateado, lo he traído para ti, hoy es tu cumpleaños, ¿recuerdas?

-Ya sé que es un globo, puedo verlo claramente, claro, hoy es mi cumpleaños. El tuyo fue hace tres días. Te esperé por la tarde para tomar pastel de mango y té. No viniste.

-Lo siento mamá, no pude, hoy he venido. Vamos a desayunar. 

-¿Te gusta tu regalo?

La madre sonríe, gira su cabeza hacia la ventana y disimula, el sol ciega su ojos y se vuelve hacia su hija y le habla mirando desde el globo plateado. 

-¿Qué hago con esto? ¿Me has traído anémonas? Vamos a desayunar, quiero pastel de mango y té. Tú tomarás café y pastel de zanahoria. La cafetería estará vacía como cada mañana, y tú yo estaremos solas, desayunando junto al balcón que da al jardín. Con las ventanas cerradas. No tendremos frío. Ayúdame a levantarme, ponme la bata, ¿dónde están las zapatillas? Vamos.

La madre coge el globo, la hija no dice nada. Recorren el pasillo en silencio, cogidas del brazo. Escogen la mesa para dos que hay junto al balcón, no hablan. La madre prende el globo en el cuchillo de plata que hay sobre la mesa y dice:

-No necesitamos cuchillos para tomar pastel de mango.

Se miran, la hija siente que ha estado conversando con la madre durante todo el día. No dice nada, no la besa, no la toca.

-¿El pastel de mango?.- Pregunta el camarero.

-Para la señora, y el té por favor. Muchas gracias.

El camarero desaparece entre las mesas con su aire torpe, inseguro.

La madre dice.

-Es nuevo, por eso no sabe que yo siempre tomo pastel de mango. Que aproveche, hija.

Comen.

No hay comentarios: