sábado, 29 de septiembre de 2012

Claveles


De niña odiaba la escarcha en sus manos, le sudaban las palmas y creía morir de dolor. Nunca fue aventurera y los campos de Jaén la caminaban sin rumbo, parecían llamarla a veces en la noche como en un aullido marino para que embarcase en cualquier barco, en cualquiera de aquellas calesas que pasaban cada día por Porcuna. Ella soñaba despacio, sin grandes pretensiones, como en un espacio en blanco entre el atarceder y la cena. Ponía siempre la mesa, colocaba los platos en un afán desidioso por culminar la tarea, no llevaba nunca medias, porque le habían dicho que delataban las olivas. Creía de todo, como en costura y aguardaba a la vida sin ambición, como quien llena cubos de agua para fregar la loza. Vivía, vivía entre realidades pulidas y encontraba cada día, un motivo más para respetar a sus padres.
Aquella mañana la escarcha cubría sus manos, todos dormían, el padre roncaba en un afán desbocado por silenciar a los grillos. Ella querría mascar la paja seca sin pensar en lo que hacía, ella quería retomar lo espontáneo, lo que no sabe a nada. 
Su hermana la sacó de aquel ensueño y la condujo hasta la cámara, allí se secaban los chorizos de la matanza. En el altillo aún gritaban descomunales los aullidos de los cerdos. Probó el chorizo que colgaba de un clavo en el techo y sintió la sangre bullir en su intestino.
Cerró los ojos, soñó que estaba en casa, que su madre preparaba un café que aromaba toda la sala, que su madre...y cerró los ojos de nuevo. La serranía tomaba los espacios vividos y ella decidía que no se quería ir, que se escondería en el hueco de la sombra de la nada, que se camuflaría entre la nada, que dejaría de existir. 
Se llenó los bolsillos de olivas y escupió en la arena escarchada. No podía respirar y un nudo cercenaba su garganta. Sin embargo, nada había cambiado.

Escupir


Hoy he estado escupiendo en la calle, justo ha sido al salir de casa que no he podido refrenar este impulso y, realmente, como ahora ya solo me muevo por impulsos escatológicos me he dicho... ¿refrenar? Total, que he caminado hasta el metro escupiendo cada cinco segundos sin interrupción y cuando iba a la mitad del camino me he dado cuenta de que ya no me quedaba saliva. Ha sido muy desagradable, la verdad, porque he tenido uno de esos momentos de pánico en los que no puedes tragar porque el miedo se te atraviesa en la garganta y te clava una astilla en la traquea. Estoy acostumbrada, ya sentía la astilla en las noches del orín, de las bolsas de plástico, del desprecio de mi abuela que siempre te decía ¡nena!, del caminar en silencio, del soñar con ser invisible, con que mis sábanas mojadas amaneciesen planchadas en la balda de mi armario infantil, diminuto. Nunca sucedía, tal vez porque lo real es real y acontece, tal vez porque aunque dé marcha atrás al reloj, el tiempo no cambia, tal vez porque es necesaria más de una noche para que la sábana se seque y, sin embargo, el olor persiste. 
Ensayaba este arte de eludir y se me olvidaba todo.

Hoy he esperado en el descansillo al monstruo, incluso me he desnudado sin depilarme y he mostrado el vello de mis piernas desmelenado y mi pubis sin atavío. No ha venido. He querido orinarme otra vez, así, en el descansillo, como mi perra, dejar el rastro por el ascensor y recordar a todos, que aunque me he ido a London, seguimos aquí, que no vamos a parar de orinarnos en el hueco de la escalera hasta apestarlo todo, hasta que ya nadie pueda vivir aquí y decidan alquilar sus casas y marcharse a alguno de esos barrios estúpidos de la periferia donde se hacinan las propiedades vacías y los amores obsoletos, donde las historias ya estaban escritas en el Super Pop y nunca tuvieron una banda sonora, porque aquí la música no existe, porque aquí las cuerdas vocales no son capaces de cantar en la calle, bajo el sol otoñal que persiste implacable. 

A veces me recuerdo comprando comida orgánica o pisando las aceras de noyó...a veces me recuerdo y no me recuerdo, a veces cuando me recuerdo me olvido inmediatamente y ya no puedo volver a recordarme, a veces me escupo a mí misma, en el pubis claro, o en cualquier otro lugar de mi cuerpo, pienso después, en restregar la saliva con mi mano derecha e introducirla en cualquier lugar hueco de mi cuerpo, la nariz por ejemplo; pero a mitad de camino, me vuelvo a olvidar. Siento la humedad absurda que quiere recordarme que el sexo existe, que a veces el sexo se mezcla con el amor, que el amor puede soñarse o que soñar está permitido, y entonces, en un movimiento sonámbulo, froto y froto y froto y froto hasta hacerme una roncha rosácea en mi piel y froto y froto, para sentir solamente el cuerpo, para levantar la epidermis y dejar que las venas se oxigenen, para enmudecer el grito que atraería las miradas de los transeúntes, para enmudecer, para enmudecer, para enmudecer... Y cierro los ojos, y invoco a los darditos y miro mi muñeca desnuda e intento recordar el balcón, pero ya nada, como en un orgasmo ahogado, no veo nada.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Volar


Hay días que entre las montañas apenas sale el sol, se refugia una sombra macilenta y saltea las charcas. Hay días como nubes que se estampan contra tu cara y se te retuercen entre los resquicios de los dedos. No hay días. Dame un solo día más, solo un día, solo uno para dejar todo, dijo mientras volaba, mientras oteaba su escultura desierta y de estatua. Pero ya nadie lo escuchaba, porque era de aire, como siempre había imaginado en su niñez, cuando jugaba a ser globo y se imaginaba flotando entre las nubes, oteando lo escondido para después memorizarlo. ¿Cantaba una canción?
Como una figura de Chagall, como una fina figura de Chagall que no puede estamparse como las nubes, pero que se enreda en ellas. El globo cuelga de una cuerda o era la cuerda la que colgaba del globo, ya no recuerdo el juego, ¿qué? ¿qué? ¿qué?....
..... y se quedó prendido de una sílaba, sin articular palabra, tan solo intentando memorizarla, memorizarla, memorizarla.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Nubarrones



El aire ha estrujado mi ventana y ha roto en un solo golpe el cristal, el frío del otoño avisaba, pero nadie podía escucharlo. Yo me he dejado llevar, he soñado otra vez que estaba en London, que la vida no se me derramaba en acciones de papel. He soñado, he vuelto a respirar. Voy a apretar muy fuerte los ojos, como si pudiese desaparecer.

¿Dónde está el corner shop? Me miro por si he vuelto a bajar en pijama ¿Y mi pijama verde?
Siento esa horrible sensación del miedo, de la garganta agarrotada, no puedo tragar. Me consumo en un pensamiento circular que me araña las neuronas. Me convierto al escepticismo en un golpe de aire, me dejo arrastrar por las olas de la nada y consumo los minutos como cigarrillos de recuerdos que ya he olvidado. 
Vuelvo la vista un instante, por si me he dejado algo en el hotel, pero como siempre, lo llevo todo. Cierro la puerta y estoy en mi cama, desierta y muda, como mi garganta paralizada. Voy a mirarme los pies durante un buen rato, tal vez así consiga enfocar la vista esta vez. Pero los ojos bailan su danza particular y ya no me obedecen. Me dejo llevar, el vértigo no me asusta.
No me tapo con la sábana sucia porque me recuerda a los días del verano, me he guardado un resto de sudor en el bolsillo, para rebozarlo en la cama antes de depositarme.

Good nigth, darling!

Te veo


What time is it?

viernes, 14 de septiembre de 2012

Agarraos


- ¿Baile?
- ¿Cómo dice?
- Baile
- Y..?
- ¡Bah!

Y cada uno salió por una de las puertas de la cafetería.

Yo me los encontré después, en el cine, quise preguntarles cómo se encontraban, por sus gestos estaban verdaderamente tristes, verdaderamente tristes, pero no me atreví. Me quedé petrificado, mirando sus siluetas desaparecer en el contrasol de la calle Atocha. Eran como todos, realmente nada les diferenciaba del resto de peatones, sin embargo para mí eran especiales. Se habían colado en uno de los párrafos del Orlando mientras leía en el vagón número 4 de la línea 10. Me recordaron de pronto una absurda canción y decidí cerrar el libro para mirar fijamente la pasta hasta que llegase a casa. Aún me quedaban 20' pero tal vez seguiría mirándola fijamente al salir del metro, mientras caminara por la calle. 
Tal vez.

- ¡Oh! ¡No! ¡Otra vez me he quedado dormida!...(respiración cansada) Otra vez tengo ganas de vomitar. 
Me pregunto cuándo acabará esta náusea interminable.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Timetable


He desarrollado una nueva técnica de autolesión, creo que esta vez he logrado perfeccionarla tanto que podré patentarla en alguna potente multinacional, creo también que tendrá éxito y que podré hacerme millonaria con ella.
Pasa el tiempo, pero ya no me doy cuenta, he conseguido esquivar el Madrid de charanga y pandereta, he visto a mis colegas deslizarse por un parque acuático de cerveza, anegarse los órganos sexuales con burbujas de cebada y pasar página, como si nada.
Viajo en el metro y escucho hablar de estos días de verano, observo como los urbanitas portan sus botines vacacionales cual fetiches que les aten a una vida que temen, siento como evitan en el pecho que el collar se deslice hasta rozar demasiado la piel. Evitan mirar sus pequeños souvenirs. 
Por eso he decidido clavarme entre los senos un pequeño collar que compré en un puesto de quinta mano en una calle de Nothing Hill. Me he sentado en el canal para ver la caída del sol mientras me clavaba en el pecho las pequeñas bolitas. Nada ha pasado.
Por un instante mi cuerpo se ha llenado de grasa y he sentido la fetidez de la carne, la putrefacción de los animales muertos, el olor a tristeza de los ojos los peces. He saboreado un trozo de mi camisa de Amsterdam, pero ya no sabía a nada. Y cuando estaba desprevenida, Alicia me ha disparado las flechas de su reloj rojo de comunión con un arco invisible y me ha abierto las heridas.
Ahora, simplemente me desangro sola en la casa. Todas duermen y yo despierto a la noche con el sonido loco de mi teclado que una vez acarició Sinpalabras.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Me alcoholizo o no me alcoholizo...


this is the question. Me he asomado a la puerta de casa y casi me caigo al acantilado, ¡oh, no! ¿dónde está el balcón? This is Spain?
Me voy a la nevera, cojo 1 cerveza, cojo 2, cojo, 3 cojo 4, cojo 5, cojo 6... Me emborracho sin que nadie se dé cuenta y me autoinmolo. Ya no obedezco a nadie, ya no quiero a nadie, ya no espero a nadie, ya no tengo a nadie, ya no autorizo a nadie, ya           no soy             nadie.
Vuelvo al hogar, tengo un paraguas, una garrapata y un sombrero, pero como no sé qué hacer con ello, pues decido tirarlo a la basura. Paso bajo la enorme puerta y busco el corner shop, where is? No idea. Ok, me voy. Subiré a casa y compartiré con el monstruo la leche podrida, mi té se abrirá como un caleidoscopio y podré escarbar entre mis dientes trozos de nata cortada. Así será.
Me rasco obsesivamente en la trastienda de mi brazo y trozos de gomaespuma se derraman sobre la cocina. Ahora ya no estoy aquí, pero mi cocina, sigue siendo la misma, ¿la misma?
Tengo sueño, parece que me voy a la cama. Antes, me esconderé en el desagüe del lavado y me anegaré en su suciedad, comeré pelos mugrientos y plenos de moho gris y coagulado.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Nothing


He mendigado restos de sudor congelado desde que volví a España, aquí todo es acero congelado, el sol derrite los átomos y ya no es más maleable. La epidermis se te llena de partículas diminutas que se clavan en tu piel como purpurina. La noche brilla y nadie puede verse. Todo es oscuridad, todo es dolor, todo es vacío y restos de una fiesta sin invitados. La sala está llena de patatas fritas inmaculadas, las vírgenes rezan a la noche para invocar el sabor de las meriendas de la infancia. Nadie sueña, nadie ha vuelto a soñar en este espacio de huecos, porque la oquedad deja siempre un vacío disolvente que arrincona todos los recuerdos.
Ahora vivo en paréntesis, hoy por ejemplo, he bajado del autobús y he corrido como siempre a punto de caerme, siempre me resulta difícil mantener el equilibrio entre el segundo piso y el primero cuando el conductor arranca. Me he reído, como siempre, por dentro, pero desde mi silencio las caras sin rostro me han mirado sin ojos. Estás vacía, estoy vacía...como la fiesta. 
He intentado comerme una patty pero la verdura especiada me ha reventado en la cara y me ha salpicado el pensamiento. Imposible tragar. La tortura de respirar un aire viciado y refrito.
Recuerdo los días del sonoro vaivén de las hojas enfriadas, recuerdo el murmullo del tren que relataba mi vida, recuerdo el sabor de los pasteles de colores que ya no tienen momento, recuerdo que estoy aquí, me recuerdo que estoy aquí, leo mis labios con el verbo deletreado y me pellizco los brazos con la rabia adulterada. Escupo en mi entrepierna.

lunes, 3 de septiembre de 2012

31/8/2012


Ultimo dia. Mi viaje ha terminado. Mi ordenador blanco y pequeño escribe ahora en modo ingles y no tengo tildes. Escribo esta entrada con el dolor encajonado en la maleta de mano, escribo porque el tiempo pasa implacable y los acontecimientos no puedo detenerlos. Me hubiese gustado tantas veces cambiar el eje del planeta. Hoy por ejemplo, ella estaba entre mis brazos, me sostenía con fuerza increpando mi belleza en el arsenal de la niebla. Me empujaba contra la columna y ahogaba mis palabras. Me soñaba con fuerza de luchadora de esgrima y me decía, Don’t give up.
London me espera en Angel, Am I an angel, my love?
Volvere a tus brazos,  volvere a este London de sudor repetido, volveré a sus calles humedas de envoltorios de comida, volveré a Hackney, volveré a ¡casa! volveré a mi vida, volveré con una maleta diferente que no contendrá ropa, que contendrá simplemente tazas para el te. Una maleta llena de envoltorios de caramelo azul.
Hay días confusos, días en los que no se puede vivir, porque la vida es inmasticable. Hoy por ejemplo, no logro pasar por mi garganta este trozo de tarde que se me ha atravesado.
Quiero un planeta para mi sola, quiero olvidar mi existencia en orgasmos, quiero deglutir esta espuma amarga que me deja siempre la vida en las comisuras de los labios. Quiero que pase el tiempo y agotar en mis besos el absurdo. Quiero beber agua en tragos absurdos y locos.
Hoy no es un dia para escribir, pero nadie me ve. Llevo aquí dos meses y me he convertido en las letras pensadas, ahora nadie me ve. He logrado derrotar al tiempo. He logrado dar esquinazo a la ansiedad que me quería derramar en el aeropuerto. Pero sigo siendo un párrafo.  No, no es un dia para escribir. Pero mi blog se merece una ultima entrada para London’s diary y es esta. Pobre entrada en un dia donde el limite entre la vida y la muerte, la razón y la cordura, se besaron antes de entregar el pasaporte.
Esta tarde, he vencido a la locura.
London’s diary acaba aquí, no necesito mas este diario. Volvere a Londres, pero ya no contare los días.
Lo vivido esta aquí solo en una pequeña parte, porque este diario nunca entenderá que yo no fui a Londres de vacaciones, que no fui de viaje, que no lleve ninguna maleta. Pero este diario hablaba cuando yo aun no sabia que podía decir, cuando yo era un puente entre old y new. Ahora ya no necesito relatar como una tarde en una acera de Dalston Kinsland encontré un pedazo de mi camiseta de rayas. Ahora ya no necesito narrar. La búsqueda acaba aquí. La interrogante se cierra  en una piel oscura, en el segundo piso de un autobús, en un trago de alcohol. La interrogante queda como una pieza de museo. Porque pensar ya no es pensar, pensar es solo seguir pensando. Los valores se han destrozado, el caos impera en el descansillo. Ya no tengo casa, ya no existe la casa, porque la casa es un espacio infinito donde me escondo en un pijama verde.
Tal vez en un rato me quede dormida.
Solo una cosa mas.  A veces, no puedo reconocer la realidad, como ahora.
Tengo que pensar, mañana.