lunes, 30 de abril de 2012

Reventar


En estructuras invadidas por agentes murales han reventado a las 03.15.02 conductos vitales de un cuerpo femenino. La guarda de las lindes huyó, el pavor atenaza sus músculos y emplea su última energía, en escapar. Años cuidando el fortín, jugando a fantasías inventadas para cada minuto, rellenando papeles reciclados de publicidad comercial que enviaba en imanes a la puerta de la nevera, escribiendo listas interminables de acciones alienantes para entretenerla, finalmente, ha reventado. Nadie ha podido fingir más, todos han guardado sus rostros avergonzados y han salido a pasear como si nada pasase, en busca de una excusa. Han levantado piedras bajo el musgo, han escarbado en la tierra anegada de rocío, han recorrido con el dedo los bordes de las plantas, han ocultado la luz solar fabricando telones de lona negra uniendo sus cuerpos y, nada ha servido esta vez. Esto no estaba previsto, las guardas sí habían dudado de su potencial profesional, pero se habían engañado una y otra vez en vista de los éxitos siempre acogotados. Ahora huyen, tal vez liberadas, tal vez en busca del tranvía absurdo que las llevará de vuelta a casa, a una casa inexistente que no han conocido porque nunca les ha pertenecido, y con está ilusión no se dan cuenta de como se van descomponiendo en este bosque bifocal de humedades y desierto. Desaparecen en la arena estática que no alcanza a mantener las dunas o se hunden en la gravedad mojada, en papeles derretidos por la gota de agua que mi madre va dejando caer desde su vaso prácticamente bebido, pero que aún guarda las gotas necesarias para este juego infantil que me fascinaba. Y la bailarina gira en una danza mortal que doblará su figura que se volverá servilleta que morirá en un plato tal vez de restos de carne deshebrada. Y así van acabándose todas, van dejando el paisaje abandonado, desnudo, descubierto, vacío, sin oxígeno.

En el fortín revienta la esposa, estalla en miembros que se esparcen por el aíre, que se dividen en etéreos crepúsculos de temperaturas corporales y que levitan. Cada pieza guarda su memoria.
La epidermis recuerda instantes de ahogos contenidos, respiraciones confusas que olvidan su intención: el deseo. El cuerpo arde, se quiere salir de sí mismo hacia un espacio prohibido, ajeno, externo, extremo que le hará olvidar que es cuerpo. Una danza volcán que explota en represiones de besos no besados, de lenguas que antes de entrar entraron, en manos que luchan sin objetivos concretos, restregando la piel por los cantos urbanos que saciarán su lucha.
Los pies, retenidos contra un muro invisible que se hacía presente sin existir, que guardaba la violencia del puño que rompía en cada mirada cubierta por párpados, un fragmento más, que pasaba la luz sin calentar, que no servía porque era un agujero falso donde se mostraba fuera, lo que era una pintura artificial, un decorado de cine mudo.
Los ojos opacados, las retinas hundidas, la pupila bella pero que el ojo nunca ve. Estallar hacia dentro, romper la mirada unidireccional mientras aras la tierra convertida en pedregal.
Las uñas gastadas de arañar las rocas de granito para llegar a las yemas, para sentirlas vivas, para comprobar que siguen latiendo. 
Reventar el fortín, reventar un cuerpo diminuto que no contiene la pasión abortada, reventar en una piel frágil que no aguanta el deseo, reventar en amores gastados que no volverán, reventar en los días caducados, en tu tiempo de nadas absolutas que ya no te recuerdan, reventar en poros abiertos que expulsan lo no vivido, lo que huele a azufre y envenena el bosque y lo cubre de muerte y oxígeno.
Reventar, respirar.

domingo, 29 de abril de 2012

...evasiones...



Esta noche he decidido dormir con la puerta entreabierta, melees. Voy a dejar que la corriente fría de la nieve caída y esta primavera bestia de calores que prometen el estío, entre en la habitación. Escucharé tus pasos, y el sonido que harás con los objetos de la casa, ese sonido amable que guardaba mis oídos infantiles. Esta noche voy a descansar, melees, porque en los días cercanos, ahuyentaste a los fantasmas del hogar. Has puesto el incienso que trajimos de la India y nuestra casa está fresca, como la nieve caída. 
Melees, desde la calma bullente de esta noche serena de curvas giratorias que dejan una suerte de vértigo en mi alma, voy a descansar. He volado contigo y mis manos se han refrescado.
Sabes melees antes de cenar me he lanzado rodando por una duna que tenemos enfrente de la casa y me he divertido. Pero ahora la cama está llena de arena.
Esta noche pon música en el viejo gramófono de la sala de estar que quiero dormir escuchando canciones.

sábado, 28 de abril de 2012

Fallas


Cataclismos. Fallas de cristal de azúcar que quiebran los pechos de las mujeres de aire. La consistencia de la tierra se resquebraja y el cuerpo femenino aún embarra su etéreo. La falla atraviesa el cuerpo desde la vagina al puntal de la cabeza y no pasa desapercibida. 
Fallas momentáneas que dejan la tierra agrietada y dividida. Queda el hueco sonoro de un día de lluvia que se cuela por el intersticio en el sueño de rellenar con líquido lo que la tierra ha sobrado. Pero antes de que se pueda cubrir, ya la tierra lo absorbe y desciende otra vez el nivel.
Hay una silueta de nieve que  se masturba frente a la diosa, su placer recubre de gemidos todo el templo y los titanes tiritan dentro del agua. Orgasmos de hostias consagradas. Cae una gota por el algibe. 
Dentro...
Con una mano ase su pubis y con la otra se retuerce el clítoris. Calumnias de verdades nunca dichas. La palabra no existe y el ruido de los dedos apaga el viento. La mano se pierde entre las rocas, olvida el camino de vuelta a casa.
Una mujer que va olvidando sus extremidades y algún órgano, queda todo esparcido por la tierra que se empapa de sudor robado a la epidermis cortada. 
Y así, todo queda sumido en la negrura.
El barco se detiene absolutamente, las olas giran únicamente su propia espuma. 
Cabalgada de truenos sordos, vejigas repletas de orines matutinos, nubosidad variable.
Desastres de cinco minutos que repueblan los bosques desombrados. Dormir sin párpados, inevitable la invasión luminosa. No dormir.
Asistir a la abstinencia eterna de una respiración cortada y no volver a sonreír.
Eso es todo, un mar confuso en las mareas nórdicas de agosto. Una playa esperando y un retorno imposible. Una brizna de brisa llega, pero ya no se percibe.



Danza macabra


Cementerios, silencio, solo el viento levanta un gemido a la tierra. Chirría la arena y cruje la sombra del ciprés.

Nadie…alguien.

El flautista afina su violín y desciende del crepúsculo para cabalgar su sorda melodía. Sonámbula, la música parte de la flauta y como sangre caliente gotea sobre los muertos. Tiritan, despiertan, renacen y sueñan con volver a la vida.
Danzan, recuerdan los días de sus pies ambulantes y bailan curiosos para invocar el hálito, el calor en sus bocas.

Las danzas de la muerte oscurecen la noche, y en la soledad conquistan su espacio.

Jugarán a vivir, serán actores para retomar los días y soñar con las horas.

Una noche, el juego se prolonga.

viernes, 27 de abril de 2012

Desastres


He regado las plantas y se me ha derramado la sangre de clorofila por el suelo de la terraza, nadie ha percibido este cambio mientras el agua se evaporaba en nubes diminutas por mi casa. 
Al llegar al final, he visto los papeles mojados sobre las baldosas, los papeles serpentina que servirían para saltar a una comba frágil de segundos infantiles, de pasajes nebulosos recordados, como aquellas bolitas de madera que saltaban en mis manos diminutas, cuando ya eran grandes para mi tamaño y secaban los orines de mis sábanas siempre mojadas por las noches. Me he quedado inmóvil, con la mirada fija delante de la cascada de arroz, con la mirada de pez y no he conseguido desenredar la frágil madeja que se rompía en mis manos. Paradojas, mis manos hoy no secaban el agua y eso significaba que yo me quedaba muerta en la terraza, como petrificada y mojada, igual que los papeles detenidos, como yo detenida, sin acciones.


Los frenazos en seco son como mis papeles mojados, pero mojados. Es divertido jugar con las palabras cuando se te retuerce la piel debajo de la camiseta y nadie percibe tus pechos arrugados desde el ansia vacía del deseo frustrado. Es curioso, no he hablado aún del deseo frustrado. Del sueño roto de mis bolitas de madera que yo jugaba a la perfección, sola, en la escalera de la buhardilla de mi abuela comepiedras. ¿Cuántos deseos frustrados se acumulan a lo largo de una vida? La respuesta sería proporcional a la ecuación de tus desprendimientos diarios. Yo, por ejemplo, me voy deshaciendo en fluidos desde el recorrido de mi casa al colegio. ¡Qué estupidez ir aún al colegio! Así es imposible romper con la infanciadolescencia. La adolescencia es un deseo frustrado desde que se levantan hasta que se duermen, es la aspiración caducada antes de salir de sus bocas, es el desprestigio de la vida y el deshonor de un sueño. 


Y mientras pienso con palabras dentro de mi cabeza vuelvo a encontrarme de frente con mis papeles mojados, inútiles, con los que ya, no puedo construir nada. Y no quiero dirigirme a ellos, porque están mudos y llenos de sombras, porque no pueden escuchar, porque son cosa. Y mientras los miro, me voy deshaciendo por segundos y renuncio a beber para acogotarme un poco más en un atardecer mugriento.

jueves, 26 de abril de 2012

Accidentes


¡Ja! Accidentes...accidentes siempre he creído que son lo más traumático de nuestra existencia, accidentes son la ruptura del tiempo y la constante, no del accidentado, sino de los que le rodean. Accidentes que te accidentan la vida, que te la franjan en un instante de solidez absurda. Absurdo. Se rompe el reloj y se paran tus días, o tu tarde o tu recreo. El accidente es un dios omnisciente que arrebata la continuidad de tu pensamiento, el suceso amable de un roibos o la entrada de tu blog, que se queda a medias, como tú misma, a medias de una respiración constante, de cuatro días soñados o de tres años esculpidos en una forja, como quebró tu respiración al salir del útero materno adonde ya no volveremos. Entretanto la vida, sustantivo abstracto por cuyo motivo desconozco ya, porque los accidentes han cambiado su sentido; entretanto la vida, también se detiene o se da la vuelta, como los huevos fritos londinenses. Te quedas descerrajada, con las llaves dentro de casa y sin aliento. Todo sigue transcurriendo, pero tú ya no estás, finges con palabras aprendidas: el lenguaje; haces como que estás, ¿segura?; pasas la página de un libro, como leyendo; o haces que tomaste una fruta, hace un mes. Haces y deshaces o más bien deshaces, porque llevas ya muchos días enredada en la madeja que de pronto comprendes que no era un círculo, sino una línea recta de lana enredada por tus manos y llena de nudos. Antes disfrutaba deshaciendo los nudos...
Accidentes son personas que pasan, por la calle: transeúntes; por tu vida: huéspedes; por tu mente: fantasmas; por tu cama. Las personas amadas no son más que accidentes, pasajes líquidos que te bebes insaciable y que no se agotan hasta que pasan de largo. 
¿Quién hay ahí? yo misma, ¿soy un accidente? no sé...ya no digo certezas, pero sé quienes son accidentes. Pasan, arrasan, ligan y a veces escupen. Entes accidentales, anécdotas con ojos, performance temporales como mi nevera vacía, llena..?, más bien vacía. Desgarros o desapegos o desechos o destrucciones o aniquilamientos o polvo de escombros o qué más da. Pero  no  verdades, realidades, permanencias. Y queda el interior interrogante que no me interroga ya porque es de lija enamoradiza, accidental y pasajera. Queda un yo que no entiende ni responde a la incógnita de vivir, porque aunque exista Augusto, el apego a la vida también es otro accidente, el de lo genéticamente incrustado en tu lenguaje interior. Pero cuando la vida se gira, lo genético también se convierte en un accidente. ¿Vivir? ¿por qué es necesario? ¿por qué la vida es así? Desconozco el significado de esas preguntas. Quiero ser libre hasta el suicidio.

miércoles, 25 de abril de 2012

Los principitos comen gusanitos


Como una Eurídice estéril, he descendido desde los infiernos a un cielo de azufre, he rebuscado entre mis ruinas pasadas donde yo no existía y me he encontrado rota, ajada, desgastada de agujas sin enebrar. He mirado hacia el sol para buscar el agujero que me sacase de donde no sé por qué me empeñaba en salir. He mirado al final y no quería moverme, iba...la movilidad inmóvil del no saber por qué vas.
Salida.
Afuera todo es igual, sin embargo las flores compiten por el color, la hierba aspira a la humedad, el árbol expira el oxígeno de matar, veo y no me interesa. Salgo hacia más, pero todo es igual.
Entre el remoto castillo derruido, un principito come gusanitos absurdos entre sus manos desiertas, entre sus manos pálidas sin vida, entre sus dedos desmigados de grasa animal, artificial. Un principito come gusanitos para pasar los minutos y las horas y los días indiferentes, ineficaces, invisibles. Un principito que no quiere viajar, que no busca planetas de habitantes imposibles, un principito que camina ciego como un animal enjaulado, que mira al suelo y escupe el papel de plástico de la bolsa de gusanitos que le repoblaba el bolsillo de un pantalón estéril.

domingo, 22 de abril de 2012

1 pausa 1


1 pausa en la tarde para respirar...
2 espiro...1 inspiro...
3 días de vértigos premeditados y amarrados a mi epidermis...
4 besos para conservar en el congelador del bolsillo de mis vaqueros...
5 días de evasión por las calles de tus rincones añadidos...
6 momentos para reposar el estómago vacío...
7 luces para apagar la habitación en donde nunca se duerme...
8 proyectos para huir o encontrarme o desprenderme...desprenderme...
9 caricias sobre mí misma, con mis propias manos...
10 veces apreté mis piernas sobre tu cintura.


Túmbate sobre mi regazo inquieto, no podrás volver a conciliar el sueño. Pasa la noche en mi cama y juega entre mis dedos con los tuyos. Serás una reina, un estambre libado por mi lengua, serás la mujer que espero, la imagen insólita que no tiene forma. Ámame.

Yonkis




Sé lo que es la droga, ha corrido por mis venas de metal rugiendo sin lava. Ha navegado mis neuronas segando en la memoria las semillas de lo genético. Me habita en su músculo vacío y se levanta en lo penetrado. No puedo saber si aguarda o sueña, si tiene textura o simplemente es otra mentira más. Sin embargo la recuerdo, se acuesta conmigo como una mujer abierta, como una piel extendida que yo rasgo, como una boca imberbe que me busca sin lengua y me besa hasta la garganta. Mujer de pétalos de marfil a quien no conozco, a quien no veo por primera vez. 
Retriégame tu epidermis árida y no sueñes nunca más con mi cuerpo. Solo el sudor contenido en los poros, reprimiendo el verdadero deseo. Gástame en una noche y por la mañana, haz que sea solo, una mancha mojada sobre la sábana. Y otra vez olvidar, olvidarme de mí misma. Y otra vez la dependencia, el deseo que me revienta por dentro y me recuerda este cuerpo mío omnipresente. Reventar en la frontera del beso, en la barrera de las lenguas, en la impúdica mano que habla de acariciar cuando solo puede meterse. La toxicidad de poseer tu cuerpo e inyectármelo mientras ingiero sin copa todo el alcohol no bebido. La adicción de la humedad de tus ojos, la adicción del olor a sebo de tu pelo, la adicción de tu lengua diminuta que se me cuela sin llenar, que no te registra porque yo te he inventado. Lámeme una vez más, cubre mi pubis con tu saliva para que no me duela el cuerpo, escupe en mi vientre para que el peso de tu fluido no me levante en convulsiones.



Héroes de cristal, frágiles formas que se expanden hacia más, invisibles...
Somos en la infinita indiferencia de lo consumido, de lo consumado ??? Soy en la barrera del borde, en el límite de mi sombra intangible, en la luz opaca de la cabeza embotada, en la nada, en el vértigo, en la huida, en dónde ??? 


- ¿Hola? ¿Hay alguien? 
- No. Absolutamente no.
- Pero...hace un rato...hace unos días...hace unos meses...
- No ¡FUERA!
- No, por favor, tengo que encontrarla, es importante para ella.
- No, ¡FUERA!
- .........................................................................................................


Entonces se fue, no preparó la cena, tampoco el desayuno al día siguiente, salió sin más, sin retorcer la mirada para confirmar que había puerta. Incluso, pensó, que la había dejado abierta, que la habría dejado abierta. Pero en lo días bestias, ya no había puertas porque todo era un espacio abierto en donde habían desaparecido todos los edificios.

viernes, 20 de abril de 2012

Perros

Su tamaño reducido no lo sujetan mis manos. Ya no me acompaña por los delirios de mi mente que se alimentaba de parques urbanos. Las gaviotas no la esperan porque han decidido dormir la siesta sin horas contadas. Ella se derrite en el parqué de la casa porque ha decidido eso, derretirse sin mí. Y yo le he repetido tantas veces en los últimos días que me espere, que me espere, que me espere...pero se va, y no dice adiós porque no puede hablar, porque su voz se ha arrinconado en una de sus patas de goma derretida. Y yo me ahogo sin parques, sin peleas, sin cazas, sin patos artificiales que no se reproducirán nunca y me acuerdo de aquella cigüeña que aterrizó entre niños boquiabiertos, pero no, ella no puede acordarse, ella aún no estaba.
Y a mí me gustaría despertarla de su sueño y sin embargo no podría volar ya con ella, porque yo he perdido mi sombrero y alguien me ha puesto este de ala ancha de caracol que me babea por la frente sudorosa. Nunca me ha sudado la frente, ¡qué absurdo! nunca me han sudado las palmas de las manos ¡qué suerte!
Todo ha pasado tan deprisa...¿dónde he oído esa frase hace poco? Estoy olvidando continuamente y ya no me acuerdo de la hierba y los conejos. Las olas nos están salpicando, ¡ten cuidado! la sal puede irritar tus ojos de canica, no chupes los animales muertos, pueden matarte. Bueno ven, déjame chupar los parásitos contigo, los animales muertos como nosotras dos. Déjame ir contigo entre las zarzas que te atrapaban en verano, cuando yo te llamaba con pavor pensando que no ibas a volver. Quiero correr contigo por las olas y empaparme la correa o mejor, quítame a mí también la correa. Viajemos velozmente sin cinturón de seguridad, pasemos túneles tocando el techo del vehículo pidiendo deseos de futuros perfectos que memorizaba en la escuela. ¿Futuros qué..? Mamá, ¿por qué me llevaste a un colegio de monjas? ¿Tú lo entiendes? Y yo llegué allí y solo porque no me hacía pis encima, pero ¿cuántos años más me lo hacía en la cama? En esa desintimidad que te deja desnuda y avergonzada entre las ramas atravesadas cuando haces senderismo.
Y entonces...¿cómo seguía este cuento? ¿a qué género literario pertenezco? Jorge, la elegía romántica no existe...explícame mejor como es la etimología de aquella palabra portuguesa que me desayunaba entre el aceite sucio de los motores. Escupe grasa, necesito hidratar mis manos secas.
Pastillas perversas que hacíais hileras y ahora simplemente, os amontonáis en mi bolsita de aseo.
Lunares deshabitados, yo deshabitada, vosotros, calles, lugares que reconocía y que han cambiado de color y de textura. No quiero pisar las calles nuevamente, no me dejéis temblar más.

Desayunos literarios


Desayunar con adolescentes es como tomar un café templado de margaritas, como masticar deprisa y tragar atragantándote. Y mientras tanto oliendo a tostadas invisibles de palabras cargadas de sueños y de contradicciones y de temores y de valentías y de ansias de vivir y de mis mismas parálisis permanentes. En el fondo...no estamos tan lejos, en el fondo...duerme Ofelia, la eterna adolescente que decidió dormir entre las flores, bajo las aguas del río. 


- Ofeliaaa!!! (grita Hamlet) y ella, subida en una escalera, se balancea detrás de una cascada artifical. Ofelia no volvió, Hamlet tampoco la esperó.


Y la espiral de palabras gira entre masticares de bizcochos cargados de chocolate y entre comisuras de leche o de zumo de naranja artificial, y una guitarra sonrojada canta a la hora de la pereza y todos volamos entre sinceridades compartidas. Y una voz se quebró y huyó con miedo y escuchó palabras ocultas que no tenían pudor. Y su traje repetido, y las miradas cómplices y un chicle ancla que ase el barco para que no se lo lleve el mar.



El papel continuo, como la vida y sobre el papel unas migas encerradas en el laberinto de cabezas repeinadas y de colonias tardías que se olvidaron en el estante del cuarto de baño. El papel continuo que no se parece a la vida y que me evoca el papel de la marca Elefante, ¡uf! no quiero recordarlo, me da otra vez frío. El papel continuo que cortamos con tijeras, o con una guillotina de cortar papel o con la mano o con los dientes o que alguna vez olvidamos en el pasillo, encima de una estantería horrible o que simplemente olvidamos porque nunca lo usaremos y, alguien lo tirará, intacto. 
Sigo usando el papel continuo, es el mejor cuaderno para proyectar el caos. 
Y siete en la lista de espera, o en la lista de la compra, o en la lista de clase, o en la lista que se quedará en blanco porque nunca llegará nadie para rellenarla. 


Alguien ha dejado un papel doblado en cuatro veces encima de mi mesa, y un cuaderno imperfecto se me cuela entre los brazos y se viene a mi casa y se queda habitando mi mesa de trabajo, silencioso, una temporada.


Gracias por este desayuno de confetis de azúcar, donde guardasteis silencio y me acompañasteis.

miércoles, 18 de abril de 2012

Derrames


Las coordenadas caóticas se han quebrado en una suerte de sangre coagulada. Las coordenadas caóticas rodean ahora mi cuerpo en una suerte de madeja salvaje que me aprieta la piel y me deja marcas en la carne adelgazada. Me gusta ver mi nueva madeja de líneas de lapicero escolar. Se me clavan punzantes en cada poro y se alargan por mis brazos, por mis piernas, por mi pubis desolado. 
Tengo un desierto sin agua en la frente y toda la arena de las dunas se me está derramando encima, los ojos llenos de arena, el pecho lleno de arena, las bragas llenas de arena y los pies enterrados en el fango.
Quiero escribir sola en el arroyo, sentada sobre las piedras y dejar que se me claven punzantes en el abdomen, como antaño, como en aquellos días del dolor. Quiero ahogarme definitivamente en este aire mío que se me escatima, quiero dejar que el aire se escape y se difumine, quiero salir de aquí, quiero salir de aquí, quiero salir de aquí...aquí..? Dónde te has metido ??? Hace días que te busco, eso me pasa por olvidarme de los adverbios. Ahora estoy sin circunstancias, sin aire y sin agua. 
Ríos de lava me taladran el rostro ajeno, el cabello ajeno, los dedos abandonados. Tengo rabia de los días y de las horas, tengo rabia de beber con la boca empapada y dejar que toda se me acumule en la garganta en una suerte de inundación. Quiero sí que toda esa agua entre por mi laringe y llene todo, todo, todo de agua. Quiero comer flores mojadas y llenas de barro sin piel de manzana. 
Quiero nada más que mi color no oscurezca las luces de la tarde, que mi olor no deje sin aroma las flores de tu jardín, que el aliento caliente de mi boca hoy reseca y agrietada, agitada sin tus besos, no enfríe las bocas de los hombres. Quiero que mis ojos puedan abrirse y mirar y mirarte y dejar que sean sin pudor, sin miedo, sin cursivas y sin nadie más que ojos y más ojos, ojos que miren sin miedo y sin dirección, ojos periféricos que arranquen aullidos a la luna y que los dejen vivir. 
Dejadme vivir, solo eso, dejadme sola y no me miréis más, no me juzguéis más, no me limitéis, no me frenéis...Correr sin parar, conducir sin dejar de pisar el acelerador, derramarme por una rampa salvaje y no cubrirme la espalda, dejarme desgarrar y repito, déjame mirar, déjame que te mire y toma mis ojos. 
Posé mis manos en un cuenco de agua y el agua se me secó en la palma y no se me derramó, pero se me secó. Siempre estas manos mías, demasiado calientes y demasiado grandes, demasiado manos. No oigo nada.


Y ahora...qué???

martes, 17 de abril de 2012

...mi camisa de Amsterdam...




He salido sin melees y la noche me ha vuelto a devorar, tengo gastados los talones y la piel de las rodillas. He monologado con melees camino de casa, en mi bicicleta oxidada, he soñado con que me arropaba entre los parques borrosos que yo intentaba desenfocar. He jugado con mi lógica para no parar en ningún semáforo, para olvidar que viajaba camino de casa y que no quería sentir. He soñado con que el tiempo no había pasado, porque el tiempo no pasa, ¿verdad melees? Dime, ¿pasa el tiempo? ¿cuántas horas han pasado desde que salí de casa? Quiero simplemente que calientes la sopa y que el mundo no exista, que el frío de este marzo extraño no entre por la ventana que nos olvidamos de sellar. Y no puedo parar melees porque esta noche hace mucho frío y me acabo de quitar el gabán. Siento que ha sonado el teléfono, pero has decidido no levantarte para cogerlo, haces bien. No me despiertes esta noche, por favor, no me despiertes. Toca el piano suave, toca a Bach y no juegues con la música. Como una adormidera. Recoge los platos de la cena y no friegues. A veces es mejor que se pudra la comida en los platos sucios, si te fijas, incluso huele bien.
Melees meescribes metaforizas y juegas a palabras. No puedo dejar de escribir esta noche melees, porque hay noches como esta que tengo pesadillas y la leche caliente no es suficiente. Los días se alargan y necesito que me abraces. Pero el tabique es muy fino y yo siempre entro por la puerta contraria. No me llames, solo toca el piano y no me abraces. Mi cuerpo quema esta noche y te haría daño. Me duele el frío en la epidermis. 
He viajado entre figuras borrosas, amarillas y verdes de hojas frescas, los bancos se derretían, y yo me moría de premuras. Quería gritar sin que el taxista me preguntase por mi dolor de espalda, por si la dirección era exacta, por si llevaba dinero suficiente...Y hablaba contigo melees me ataba a tu escucha tardía como si me fuese a volcar. Y te contaba palabras que ahora ya he olvidado, pero que también voy atando al compás de tu sueño. Porque estás dormido y yo no, y yo no, y yo no...melees, no escuches a mi infelicidad de estas noches deslunadas, pasarán y podrás estar tranquilo. No me escuches, no me borras, pero no me escuches. Juega con nosotros, ríete de las canciones y sueña con el río. No me escuches, melees, no me escuches ni me grabes, porque estas noches mis palabras se clavan en tu piel como pequeños darditos, y yo solo quiero que duermas. Pero necesito tus ojos ciegos y tus oídos dormidos para no volverme loca. Porque te escribo y me olvido de que me duele. Y tú solo recuerda que estamos en Tabique, y que mañana te escribiré desde Nos mudamos. Pero necesito saber que te aprietas en la manta de pelo de ballena, solo, dormido, descalzo y solo. Y que simplemente yo, que esta noche no encuentro la casa, puedo hablar en silencio con tu respiración, desde la puerta de mi nada. Porque estos días me escuecen los ojos de no encontrar un solo objeto sencillo. 
Te estás desperezando, escucho tus pasos y me siento más aliviada. Quiero olvidar que esta noche he viajado en un tren sin ventanas. Ayúdame a entrar en casa, solo dime dónde está la puerta de mi habitación. Sabes que siempre me olvido, hoy por lo menos puedes quitarme el reloj, hoy he salido sin reloj melees y ha sido peor. Pero tú sabrás como dormirme. Gracias.
Huele a sopa, la cama está fría, pero al fin has cerrado la puerta. Duermo. Tengo pesadillas, pero la leche caliente me recuerda que son solo pesadillas.
Melees déjame solo hablarte en este frío de la casa y luego olvida mi llegada. Olvida mi llegada. Solo quiero zumo de naranja, recién hecho ¿recuerdas?
No pases el tabique, espera solo a que yo salga, no me veas, solo calienta la sopa para que la casa no se quede nunca fría. 
Solo tú sabes como abrigarte de mi frío, no dejes de hacerlo. No te acerques, te lo pido por favor.


Me cuesta dormirme hoy, sin embargo sueño se instala en mi pensamiento como un sustantivo abstracto y pienso, querría analizarlo en sílabas de aluminio para  amplificar su significado. Pero el aluminio no ensancha y decido desistir. Entonces...? Doy vueltas en la cama y me encuentro con mi camisa de Amsterdam, está arrugada pero no me sirve como pijama. He visto a alguien que tú conocías, pero no se acordaba de nosotros. 
Mis palabras bajan las persianas, pero prométeme que no vas a dejar de regar las plantas, melees.

Una enfermedad autoinmune


Una enfermedad autoinmune es una enfermedad causada porque el sistema inmunitario ataca las células del propio organismo. En este caso, el sistema inmunitario se convierte en el agresor y ataca a partes del cuerpo en vez de protegerlo. Existe una respuesta inmune exagerada contra sustancias y tejidos que normalmente están presentes en el cuerpo. Así, cuando las glucoproteínas de reconocimiento no coinciden, el sistema inmunitario comienza a atacar al propio organismo. 


¿Tenían los románticos una enfermedad autoinmune? Es posible. Su afán de lo inalcanzable atacaba las células de su propia felicidad. Así, los sueños se convertían en agresores y atacaban los objetivos, los proyectos, las aspiraciones. El pensamiento comenzaba a atacar al propio pensamiento.
El deseo de pronto, puede pasar a convertirse en una enfermedad autoinmune. Este, se incrusta en el tórax y comienza a oradar los canales de la serenidad. La razón se resigna y se retira a la cueva, se retuerce en la humedad, pero muda y sola, ya no se escucha. Y como la razón otros muchos pilares: el sosiego, la estabilidad, el estar, la lucidez que en definitiva nos mantiene con la mirada serena y la voz pulida. Pasamos así del deseo vital al deseo mortal. Este último es el que nos orada, el que transforma un momento en un siglo, el que cambia la luz de los días, el de la mirada de un único sentido, es decir, hacia dentro. El deseo que se convierte en un único pensamiento que ya no puede pensar, que ya no tiene libertad, que ya es agresor del propio órgano y que ya no lo protege. 
¿Cómo puede un organismo atacarse a sí mismo? ¿Cómo puede la vida autodestruirse? ¿Cómo pueden los días absorberse a sí mismos? ¿Cómo puede ser, estar y ser oculto y aspirar a devorar en una fiesta caníbal a estar? Ser sigue, a veces, en este caso sigue, pero se tambalea. Olvida si es, aunque guarda el saber en su fuero interno. 
Así trasladamos la idea inicial a este caso concreto, porque el deseo se autotransforma en ese caníbal voraz, porque así también estar se muta en no estar, que ciertamente se parece a noser, pero es. Tan solo en un recién estrenado estado de este ahora, que yo desconocía. Un noser sin sufrimiento, un noser sin monólogo interior, un noser sin análisis permanente, un noser de esencia atemporal que trastabilla entre el pasado al que renunció y el futuro a quien rechazó. 
El organismo destierra al hambre, exilia al sueño y aparta todo lo que era cotidiano. ¿Y qué es cotidiano? Una serie de actos repetidos, aprendidos y que pujan por ser tú, por ser los protagonistas caníbales también de tu propia vida que se aliena o que se autoaliena.


El escorpión en una situación de calor asfixiante deja caer su cola sin remedio y se inyecta su propio veneno, muriendo. 


...como en una enfermedad autoinmune, como tras la ventana de un cuarto de madera de caoba contemplando al ruiseñor, como en una caída libre por tu propio cuerpo de papel mojado.


El escorpión se acuesta en mi cama y se duerme junto a mí para inmolarnos en un ritual de ponzoña.

lunes, 16 de abril de 2012

Libertad



Cruza la calle Alberto Aguilera y alguien toca su hombro, ella aún no sabe quién es, pero tampoco se detiene. Vive vibrando sobre sus Doc Martens, saltea la ciudad y se olvida de todo, como en los últimos días...olvidar. Es posible.
Primero fue el pecho, se infló en una suerte de globo ascendente que se liberaba de lo impuesto. Después fue un cuerpo que ya no reconocía porque no era el que había sido, incluso ni siquiera tenía la misma textura. Ahora...simplemente no es nada. Vuela sobre la ciudad sin saber cómo aterrizar porque no quiere. 
De pronto he olvidado lo que poetiza la palabra libertad.
Sueño...

domingo, 15 de abril de 2012

...M-30...





No sé si te has fijado, pero mis pies golpean el suelo bajo el misterioso compás del sonido de tu teclado. Me gusta que suenen porque me hacen girar y girar, perder la gravedad y sentir que me elevo hacia la luz que me ciega y me mira desde el techo. Cerrar los ojos y coger con el aire tu cuerpo. Salir a la acera fría y no tocar ningún objeto. Atravesar una autopista sin chocar con un mísero coche. Nos pasan gentes, animales cualquier tipo de seres, pero giramos con tanta fuerza que no podemos distinguir ninguna. Soy ligero pero resistente. Me haces huir y no me mareo. Andar hasta el ardiente Tánger y tocar con los dedos la espuma del hielo. Y seguir girando mientras escribes. Ahora a un tendero, mi estómago hambriento y la tostada helada. Dejarnos hundir. Dando vueltas y vueltas, andamos por los corales luminosos. La oscuridad con un manto nos intenta atrapar. Pero somos demasiado veloces como para que nos coja. Llegar hasta el fondo. Me paro, no oigo el teclado. Allá parece haber una luz. Sí, es una pantalla del ordenador. Puedo ver que hay alguien frente a ella. ¡Mi pareja de baile! Su cabeza tumbada sobre la orquesta. Debe haberse quedado dormida. Creo que tendré que volver a casa. Andaré de puntillas para no molestar. Eso sí, no será fácil llegar hasta la puerta. Todo está esparcido, hilos, madejas gigantes... parece que no ha cenado sola. Sudo, tengo calor, el corazón está tocando su propia sinfonía. No quiero que me oiga. Mi pecho crece y me desinflo paulatinamente para no hacer ruido. Me topo con la puerta y encuentro el bracito que me hará volver a casa. Lo bajo mientras empujo su cuerpo. Así no podrá oír el rugir de sus pasos; es igual de ligero que el tabique que le sostiene. Giro mi mirada y me aseguro que no he soñado. Mañana volveré, de noche...

Nubes



La carretera avanza hacia mí en un remolino de líneas blancas. Me increpa y me interroga y rebusca en mi pasado. No veo bien, porque la lluvia choca contra mis ojos dentro del coche. He pisado el acelerador para correr más que el agua, pero  el agua era más veloz. Entonces...


...salto...


las nubes descienden en manos que me tocan y me calman. El día está lleno de alientos cálidos y de miradas de becerro. Huele a cuadra.


Estoy girando entre nubes sólidas de vacíos suaves. Quiero más. Se han ido.


He salido de la casa caminando, soy digna y tengo dinero suficiente para regresar a casa.

sábado, 14 de abril de 2012

AnSiEdAd



Despiertas entre colchones de maderas hacia arriba y tu piel se encuentra rasgada por el sopor. Intentas desperezarte, pero una astillita se te ha clavado en el omoplato, sí, en el omoplato hueso, y está ahí, incrustada hacia abajo y tu brazo no da tanto la vuelta como para extraerla. 
Te duele la epidermis de rascarte con la noche inserena, a pesar de que has dormido. El cerebro es de corcho y suele descansar entre almohadones, pero esta noche se ha fugado con el embozo. Dijo que volvería por la tarde y yo...ahora estoy sin cabeza !!! ¿Qué hacer? Me pregunto retóricamente mientras me busco por la cama. Claro, es que está demasiado oscuro y por eso no me veo. Decido cesar en mi búsqueda, puede que me agote, y estas blogonoches necesitan de energía, no me queda mucha, por eso tengo que guardarla para dormir. Pero...y ahora...dónde están mis ojos. Dicen que se han marchado al bosque, para restregarse entre ramas. ¡Ay! Me escuecen. Voy a cerrarlos muy fuerte, así creeré que nada de esto está pasando. ¿De qué me suena esta frase? Esto no me está pasando a mí. A ver...a ver...no recuerdo...


Me voy a la cama otra vez. Son repeticiones remotas de unas vidas que se doblan en mil pliegues y de cada plieguecito brota un segundo insomne. Plieguecitos de horas añadas que ya me pesan en el sombrero. ¿Por qué no me quito el sombrero? ¡Tiene gracia! Me quito el sombrero señora, me quito el sombrero ante usted y le beso la mano en una nausea maldita, sin embargo vive en mí. 
¡Fuera!


¿Por qué los minutos se marchan? y ¿los días me esquivan? ¿por qué la vida tiene que pasar y por qué yo tengo que notarlo? ¿Por qué tengo que vivir? ¿A quién se lo debo? No quiero responderme, pero el reloj...me gustaría simplemente olvidar. No recordar quién soy, ni quién fui...olvidar el futuro como en una tercera parte de un folio blanca...blanca, blanca, blanca manchando mis manos desiertas. ¡Plántame una palmera! ¿Sí? Plántame una palmera en la planta de mi mano, me gustaría que echase raíces por mi cuerpo seco y que se fuese la sangre. Solo la madera retorcida, la madera flexible por la lluvia. Y no pensar que qué...No, adiós, hasta nunca.


Tengo frío, ¿dónde dejé la madeja? Me cubriré esta noche con sus hilos, solo para tener algo menos de frío. Algo menos de frío, solo un poco de calor, por favor...

...Tánger...



Mi cerebro ahora está lleno de paja y no quiero moverme mucho, por si se levanta el viento y se despeja la calle. La masa sutil de hebras que huelen a campo me rellena algunos huecos y me deja respirar, por un fragmento de esta noche. Pero tengo que tener cuidado, si hago ruido la ansiedad se acercará y se instala otra vez en el pecho y me pica y me sujeto los pulmones y tendré que bostezar como siempre para que pueda entrar el oxígeno. 
Entrecierro los ojos todo el tiempo para cerrarle también la puerta, para caminar dormida hasta el cuarto de baño, como cuando era pequeña y no me daba tiempo a llegar en sueños. Y de nuevo pienso que estoy haciendo demasiado ruido, porque quiero dormir esta noche.
Melees ha salido a bailar y si pronuncio su nombre, es probable que se enciendan todas las luces de golpe, y la del baño es la peor, porque duelen los ojos como un sol en la playa, en el mes de julio, en Ibiza no en Tánger ¿Quieres una tostada con sabor a metal, melees?
¡Camarero, nos trae...!
Desayunamos junto a la contaminación sin protocolos, junto al caos de nuestras ciudades favoritas, junto al mar y a la arena cubriendo el horizonte...¿dónde está el mar, melees?
Respondes...respiro.
Escribo sin pensar apenas, detrás del tabique, para que no te des cuenta de que me he despertado mientras estás cenando, pero el teclado hace ruido y me ha parecido que te acercabas, respiro fuerte para que pienses que estoy dormida. Sería más fácil salir de aquí y tomar contigo un zumo de manzana orgánico...mañana.
Otra vez no me quiero ir, y pienso, ten cuidado, el sueño se marcha y otra vez vas a perderte en casa, vas a confundir las puertas de las habitaciones y vas a dormir en la cocina. Me voy a escondidas para que ni yo misma pueda encontrarme.
Gracias melees gracias junto a miedo. Esta noche hemos decidido invitarle a cenar...en el porche de la casa, sin mesa y con sillas, como en una película yanki.


(Sonrío)

viernes, 13 de abril de 2012


...la primera noche...


En la casa, desconozco los recuerdos que construyeron mi vida. Entrecierro los ojos y no reconozco la noche. He atardecido, los cuadrados de vidas que se proyectan desde mi ventana me miran y yo no quiero verlos. Me estoy apartando, pero me dan como darditos punzantes. He salido hacia la oscuridad, he visto allí la esencia de mis venas que encontré antes, y pensé, me lee. Sus ojos son un asa a las horas contadas, cuando me destejo en los relojes frenéticos, ¿quién les ha dado cuerda, melees? Algún dios perverso que quiere envenenarme de cuerpos caminantes con los ojos apagados. Aprieto los párpados hasta el dolor para no sentirme viva, quiero estar en el otro lado, donde los azules saltan sobre el mar, donde puedo respirar, donde me lees. Tenía los bolsillos rotos en ambos lados y la mirada ganada en la sombra del local, yo no veía a ninguna, porque para mí, ninguna existía, solo lo entretejido cuando aún no habían pasado los años. Cuando paseaba con un sombrero por la playa, cuando ella trotaba entre las zarzas y me miraba delirante, cuando olía a sal y óxido...he regresado, ¿quién me ha empujado? yo no había visto a nadie. Solo queda el sabor a óxido en mi boca. Me baja por el cuerpo y lo quiebro para no perder la flexibilidad. Esta noche he decidido bailar, la lluvia cae desde las luces del local apestoso y alguien me llama por la espalda, devuelvo mi sudor y sigo bailando, no quiero ver rostros, solo los fotogramas de mi cabeza. Alguien pasa las páginas demasiado deprisa y con el aire de las hojas se vuelan algunos fragmentos desprendidos, y duelen en la piel, como heriditas, y me lamo solamente por inercia. De nuevo el sabor a óxido, y la luz parpadeando y este reloj que se empeña. He mirado a alguien que había al lado, pero no me salía la voz, quería decirle, sabes melees, quería pedirle nada más, que me quitase el reloj. Era tan sencillo, tan solo tirar de la hebilla y luego la correa se deslizaba sola y yo pensaba en ti y tú hubieses sabido cómo se quitaba ese mecanismo, pero no te vi, estaba demasiado oscuro y mi mirada perdida no lograba enfocar. 
Entonces quise estar completamente sola, me apoyé en la pared y cerré los ojos muy fuerte, hasta sentir otra vez los darditos entrelazados. Imaginaba la música entre mis labios, intenté tararear la canción que sonaba como para hacer que no pasaba nada, intentaba disimular y buscar miradas inquisitivas, nadie me veía porque yo no estaba. Me enluné en la barra de la discoteca y viví como viajando, imaginé aquel café de Tánger donde ponían zumo de naranja con crepes y el sabor a metal del vaso. De nuevo apreté los ojos. Lágrimas, calor, despacio, soledad, lluvia otra vez y la humedad de todas las infancias, la humedad que cubre tu cama inmensa para tus pequeñas manos y el sonido de tu madre que siempre se iba y tu reloj de minutitos rojos y otra vez la humedad, y el olor a orín en la cocina y el esfuerzo de mi abuela por preparar un cocido sin piedras. Y la casa que se llenaba de arena de las plantas y el sol ya no podía pasar por el pequeño hueco, y te dabas con el techo demasiado pequeño para tu pequeño tamaño y volvían las ganas de apretar los ojos y salir de allí. Pero cuando eres pequeña, nadie te dejaba salir sola a la calle. Y querías gritar sin que nadie te preguntase si te dolían otra vez las muelas. 
Necesito escribir melees, necesito escribir, necesito escribir y llenarte el cuerpo de cursivas que te miren sin pudor. Y necesito abrir los huecos cerrados de mi nariz para que pase el aire hasta mis pulmones para no seguir ahogándome como todas las semanas. Necesito salir de los días sin luna que se enredan por mi casa, necesito expresar lo que no tiene voz.
No quiero pasar este dolor en el cuerpo, debe ser que ayer me caí y tal vez me pisaron, me busco los cardenales...
Tengo unas velas por aquí pero no hay cerillas.
Ella necesita aire y voy a dárselo. La calle está ahí abajo, y alguien me dijo que yo podía salir cuando quisiera, tal vez hoy...Hace muchos días que no salgo a la calle y ahora tengo miedo a los perros. Busco mi camisa de Amsterdam y me enfundo en ella como en una coraza de hojalata. Frágil coraza de hojalata me río con ironía, y la ironía me escuece como cada vez, porque son ya muchas veces, y no puedo parar este escozor en el pecho, melees y no quiero dejar de escribirte porque tú me lees y así mis versos tienen voz, porque yo ya no me acuerdo de las palabras más básicas.

miércoles, 11 de abril de 2012

Con la mano extendida



PASADO
Con la mano extendida miraba al mar. Allí la vi. Estaba desnuda, bueno, tan solo la cubría una fina tela de gasa violeta. Sus ojos estaban detenidos en la palma de su mano y, sonreía. Pensaba feliz y creía en la fuerza del viento. Observaba las líneas de sus manos con descuido y a veces, hasta olvidaba qué la había traído allí. Tenía la cara llena de sol y el cuenco liso que formaba su mano extendida, comenzaba a llenarse. Respiraba, su cuerpo se hacía ligero. Todo eso vi. Parecía que iba a ascender, sin embargo no era posible. Ella era una mujer de carne y hueso y yo...cómo podía ni siquiera creer por un instante...Pero era tan extraño. Estaba ahí inmóvil, con la mirada fija en un molino de viento. Tuve la tentación de acercarme y preguntarle qué miraba, incluso deseé de pronto moverla con violencia para que saliera de su estatismo. Sin embargo su fuerza era mayor que mi deseo, me resultaba imposible tocarla. Entonces me marché, el deseo me ahogaba y no soportaba seguir allí. ¿Qué pensaba?


Yo sé qué pensaba. Podía leer su pensamiento. Estuve detrás del caballero que acaba de hablar y pude entender todo lo que decía en el teclado de su frente. Podía casi leerlo. 


- ¡Vuela! ¡Vuela molino de viento! Tienes en tus pestañas de algodón el color de la cebada en primavera, sin embargo tu peso es menor. Eres ligero y sabes esperar. Yo te miro bailar en la palma de mi mano quieta, mi mano enamorada, mi mano delirante que te ve haciendo equilibrios. Te miro con amor y deseo que vueles, que dances, que te balancees. Y el viento, ¿dónde se ha ido? Hace un rato pasaba por aquí y estuve conversando con él. Estábamos de acuerdo y ahora me deja contigo en la mano un rato más. Juego sin moverme, ni siquiera cierro los ojos. Me salgo de mi misma para sobrevolarte molino de viento, para remover ligeramente el aire a tu alrededor y danzarte. 
¡Vuela! o ¡baila! o ¡quédate! 


Y seguía sonriendo, jugando desde lo estático, danzando desde el alma, cantando sin voz en una orquesta de serpentinas musicales. Llegó un golpe de viento y se llevó el molino de viento. La mano quedó vacía y ella se extasiaba mirando al horizonte, allí giraba el molino que hacía un instante se había detenido en la palma de su mano. Lo veía volar apoyada en la baranda de madera del paseo.
Sonríe.




PRESENTE
Si este texto lo hubiese escrito en el agua del mar, habría sido más honesto. Aquí, en el asfalto, las palabras de lo marino se vuelven mentiras en mis labios, que caen avergonzados por la pendiente de mi barbilla. Sin embargo, mi mano sigue extendida y mi mirada fija en el molino de viento. Y aunque en estos días que parecen meses, de densos y de extensos en su propia brevedad, me cuesta sonreír al horizonte enmolinado, aprieto mi mano hacia afuera para retener un poco más en mi memoria la sonrisa del agua salada, la libertad de estar en la baranda de madera y aferrarse a lo hermoso.

Sin tabiques...




Entro en casa y no encuentro la madeja, todo está lleno de hebras imposibles y mis pies no caben por la puerta. Miro sin esperanza y confirmo que no lograré entrar en casa. Los hilos por los rincones hacen muros impenetrables. Me quedo mirando, paralizada, la puerta de la calle abierta y el miedo a que algún vecino pueda verme. Quiero gritar, pero no es adecuado. Pienso en ti, que me lees y entonces decido escribirte con el pensamiento en el teclado de mi frente. Las letras suenan deprisa, frenéticas, esta noche es demasiado audaz y yo... ¿dónde estoy?
Me busco entre las hebras, entre los nudos del tejido enredado y sin embargo, aún no quiero pasar. Sigo en el descansillo del portal, hace frío y la luz se apaga todo el tiempo. No sé, puedo quedarme a oscuras, pero de pronto me entra angustia.
Angustia..? ¿Me lees? 
Bórrame hoy, olvida todo esto en una noche de estrellas rotas que se fragmentan en el paisaje. He preguntado en la calle, cuando venía para casa, y nadie sabía su nombre. He decidido olvidar el mío. ¿Te acuerdas de mí?
Bórrame, hazme olvidar esta carta sin penumbra que me escuece en los dedos. La noche a veces escuece demasiado. Pero tú me lees, y yo no quiero pronunciar la voz. No quiero que salga un solo sonido. Sola yo, con mis dedos y tu escucha tardía. Bórrame.


Estuve en un cráter, allí construí un pequeño edificio de madera, quería guardar dentro algunas piedrecillas que había encontrado en la playa, pero al mirar en mis bolsillos, se me habían caído por un agujero del pantalón.

Kamikaze

Salto al vacío...salto desde la nada pequeña de los días contados, ¿contados? ¿narrados? ¿descontados? Contar: 1, 2, 3, 4, 6, 8 o 9...
Me marcho con una garrafa de benzina y me paseo por el fuego. He decido caer otra vez mientras caía y no asumir las consecuencias. Vengo y voy, pero no tengo rumbo. Pululo. 
En los días de la siesta no pensaba en kamikaze, en los días bestias me catapulto.


La tarde, alguien truena entre las zarzas y resuena con tu voz. De pronto se estrella contra tu eco y ruge entre la maleza. No se sabe. Alguien pregunta latidos de hielo y el frío ya no tiene memoria, aún así responde por inercia y se consolida en una sombra vacía. Tengo frío otra vez y ahora me paseo por la cuerda floja. Salto o salto ??? Salto y entre las manos decido soportar el reflejo de lo desproporcionado. 


La casa me llama y me busca y yo, no me hallo. Me pide que me quede y que la guarde y yo, me visto de espinas y me lanzo en una colchoneta. 

Kamikazes de rincones sórdidos o soleados que no tienen miedo. Los he visto agarrar un instante sin pudor y destruirse en nosegundos. Kamikazes voladores por parques urbanos que observan la calzada muerta. Se derrumban contra techos y escupen sus manos para reforzar la escalada de azoteas. Saltan, se muestran vulnerables y se ofrecen al sacrificio.



Rompiendo las olas en las astillas de yoes. Se ofrecen a la bestia en un rito momentáneo que representa lo insólito. Buscan un pequeño hálito de oxígeno que les dé el último aliento y se despiden. En un único acto de amor se entregan al aliento ajeno y se empapan de saliva extraña que les empape lo seco, y por un momento, se gastan sus días y consumen sus horas. Se abrasan en instantes que son mitos en su corta vida cercenada. Mitos...
Me entrego a mi mito y me autosacrifico...
Sacrifice life.

martes, 10 de abril de 2012

DESDIBUJADA





Mis límites corporales se van desdibujando en la ciudad. El perfil va de frente y no es posible mirarme a los ojos. Parece que la lluvia ha calado mi ropa y se deshace en desteñidos de yo misma. Parece que la lluvia... El suelo se va manchando de charcos de colores que huelen a días. El pasado también se ha escurrido y miro hacía un futuro imperfecto que nunca logré memorizar en la escuela. No hay hoy y en los minutos perdidos también se pinta el naranja de mi chaqueta.